Cuando queda un año para unas
elecciones generales que se anuncian como decisivas y trasformadoras no sé aún
a quien votaré… ya, ya sé que a muchos de ustedes les pasa igual y que aún es
pronto, tiempo queda para tomar una decisión.
Sé sin embargo quién no tiene crédito
para ser votado. Desde luego no tienen crédito unos ciudadanos que para ir
creciendo y extendiéndose integran en su partido a todo alcalde o concejal que
se sienta solo y se deje querer, sea cual sea su ideología, sea cual sea su
procedencia. La ideología es la columna vertebral de un partido, es lo que une,
lo que define, lo que da coherencia. No se puede formar un partido sólido con
ciudadanos que antes de ayer eran nacionalistas, ayer fueron regionalistas y de
pronto se convierten en antinacionalistas. Por arte de birle birloque todo ello,
ya ve usted. Y construir un partido unido, fuerte y cohesionado formado a
partir de grupúsculos de las más variadas y a veces contrapuestas ideologías no
inspira confianza.
La ideología es parte de la
personalidad de cada uno, eso que suele ser inmutable o que se trasforma poco a
poco con el paso de los años, al ir acumulando sabiduría y experiencia. Un
hombre no es fiable cuando se trasforma súbitamente por interés, cuando de la
noche a la mañana pasa de ofender a España o menospreciar su bandera a ser
parte de un partido antinacionalista. Y esta secuencia la he vivido cerca de
mí. Absurdo.
Los ciudadanos deben ser
coherentes y no admitir en su seno a todo el que se quiera acoger bajo un
banderín de enganche de conveniencia, no se puede defender unas determinadas
tesis hasta las doce de la noche y a las doce y cinco defender las contrarias. Esas
actitudes hablan con muy poca seriedad de este tipo de ciudadanos. Un partido
no puede crecer a base de tipos que opinan lo que les mandan las circunstancias,
que hoy aborrecen a España y mañana pasan, con un simple cambio de siglas, a
defender una España totalmente contraria. ¿Dónde está la coherencia, dónde la
ideología, dónde la lógica y la madurez?
Me pregunto cómo se puede
pretender conseguir el voto ciudadano, cómo unos pueden pretender que olvidemos
su historia y cómo quienes los acogen admiten sin escrúpulos a personajes tan variables
como una veleta, señalando siempre el viento que les conviene. ¿Dónde está la
honradez, dónde la limpieza, dónde la coherencia, dónde la credibilidad?
Vivimos tiempos convulsos que nos demuestran que no todo vale, que la sociedad
no lo acepta todo, que las amplias tragaderas sociales que todo lo permitían se
van cerrando poco a poco…
No hay comentarios:
Publicar un comentario